Parto de Bebé Lector

Aunque hace ya casi 6 meses de aquél día en el que nació Bebé Lector, me apetece contaros cómo fue el parto de mi segundo hijo.

Me gusta mucho leer las diferentes experiencias de personas que cuentan su parto, hacen que reviva sensaciones que pensaba que había olvidado. Por eso, y porque quiero poder leer mi experiencia en el futuro para no olvidar nunca esos pequeños detalles, me animo a contar el día en el que mi pequeño nació.

Todo empezó cuando el viernes 21 de febrero por la mañana (estando de 40+6 ) tenía que ir a monitores por segunda vez perdiéndome la rúa de carnaval del colegio de Pequeña Lectora, no os imagináis la pena que sentía por no poder vivir este día tan especial para ella.

Yo estaba ya cansada y con ganas de deshacerme del peso y los ardores continuos, como toda mujer al final del embarazo, tenía ganas de poder conocer ya a mi bebé. Así que le pedí al ginecólogo que me hiciera la maniobra de Hamilton. Pensé que me iba a doler horrores por todo lo que había oído sobre ella, al verme tan preocupada, el doctor me dijo que no me preocupara, que me la haría con cariño. Así fue, ¡no me enteré de absolutamente nada!

Por la tarde estuve caminando y bailando a ver si se iniciaba el proceso de parto, pero nada, parecía que no había funcionado… Hasta que al despertarme el sábado empecé a notar las molestias de las contracciones, eran suaves y muy irregulares. Como me había comentado una gran matrona, cuando me venían no hacía por detenerlas, sino que me ponía a caminar más todavía para desencadenar ya todo el proceso. Cada vez me molestaban más, parecía que había llegado el momento.

Me pasé el embarazo consultando mil dudas a una gran amiga que trabaja en sala de partos, os podéis imaginar cómo la bombardeé a preguntas durante ese día. Ella siempre me comentaba que los segundos van mucho más rápido porque el cuello se borra a la vez que se dilata. Mi principal miedo era parir en casa, así que no paraba de controlar el tiempo de las contracciones. Con Pequeña Lectora estuve un día entero de pródromos y cuando tuve un dolor insoportable fui al hospital donde me hicieron volver a casa porque solo estaba dilatada de 1 cm. Así que como no me dolía tanto, tanto, pensaba que todavía no estaría ni dilatada.

Fui pasando el día bastante bien, cené y dormí a Pequeña Lectora a las 20h, como siempre, aunque con dolores ya más fuertes. No dejo a un lado las rutinas ni cuando estoy de parto, ¡así soy yo! Cuando llegó nuestro momento de ver la serie a las 21h, las contracciones ya dolían mucho y eran bastante regulares. No me estaba enterando de nada de lo que pasaba en ese capítulo, así que fue cuando decidí llamar a mis padres para que vinieran YA. Tenía la necesidad de ir al hospital porque sentía que llegaba el momento.

Había dejado a Pequeña Lectora dormida en su cama, nunca había dormido fuera y era algo que me preocupaba. Así que me fui al hospital tranquila en ese sentido. Ahora necesitaba centrarme en Bebé Lector y en esos dolores que no me dejaban ni respirar, aunque reconozco que con mi hija me dolieron muchísimo más.

Llegué al hospital a las 21:30h, estaba ya dilatada de 6 cm, ¡qué buena noticia! Me llevaron directamente a sala de partos porque era una noche movidita y estaba todo lleno. Me pusieron monitores para comprobar que Bebé Lector estaba perfecto y con ganas de salir y mientras tanto avisaron a la anestesista para ponerme la peridural, creo que podría haber aguantado bien las contracciones, lo que me aterraba era el momento de la expulsión, así que la pedí sin pensarlo.

A partir de ahora ya no tengo las horas controladas, solo sé que al poco llegó la anestesista para ponerme la peridural. Al contarle que en el parto de Pequeña Lectora solo se me durmió la mitad del cuerpo y seguía sintiendo las contracciones en la otra mitad, estuvo mirándose mucho más dónde pinchar. Tanto, tanto, que recuerdo estar casi todo el rato hasta la expulsión liados con el tema de la anestesia. Tiene gracia, para mí, fue lo más duro del parto, cuando con Pequeña Lectora casi ni me enteré en el momento de ponérmela.

Estar en una posición concreta sin moverme ni un solo pelo mientras aguanto las contracciones fue horrible. Cuando ya pensaba que todo estaba terminando, cuando ya me habían pinchado el catéter por donde iba a pasar la aguja, algo pasó que me lo tuvieron que quitar y empezar de nuevo. Me pincharon más arriba con sus correspondientes pinchazos de anestesia local. Parece ser que tengo un pelín de escoliosis y la piel de la espalda muy muy dura. La anestesista se las vio y se las deseó para ponerme la peridural. Eso sí, se portó de diez, me la puso genial, se me durmieron las dos piernas y no volví a notar dolor. A parte, iba viniendo para preguntarme cómo estaba y si me estaba haciendo el efecto correcto.

La anestesia hizo efecto muy rápido. A partir de aquí lo recuerdo todo como a cámara rápida, demasiado de prisa para mi gusto. Cuando le pregunto a mi marido para ver si solo yo sentí eso, me cuenta que tuvo la misma sensación que yo…

Me estaban poniendo monitores de nuevo para ver como estaba Bebé Lector, mientras tanto me hacen un tacto y me dicen que ya estoy completa y me rompen la bolsa. Sí recuerdo que me dicen que tengo las catarátas del Niágara. ¡El Peque estaba bien protegido con tanto líquido! Todo pasa muy de prisa mientras me dicen que me ponga de lado (con lo que me costaba moverme) porque no consiguen pillar bien al bebé con los monitores. Cuando todavía no me había puesto de lado, me hacen ponerme del lado contrario. Yo notaba a la matrona algo nerviosa muy liada con los monitores. En la habitación había dos matronas, una residente y la ginecóloga sin tiempo a explicarme nada pero en todo momento muy majas conmigo.

No me habían dejado ponerme de el lado contrario cuando la ginecóloga empezó a decirme que pujara. ¡Yo aluciné! ¿Ya? ¿Tan pronto? Me dijo que sí, que empujara y que no dejara de empujar, que ya venía. Recuerdo empujar tanto y tan fuerte que necesitaba coger aire para seguir pujando, en esa milésima de segundo que paré para seguir, la ginecóloga no paraba de decir que siguiera sin parar! Ahí me asusté. Algo no va bien si no me dejan ni parar para coger aire. Apreté con todas mis fuerzas, y así con un solo pujo, o uno y medio Bebé Lector llegó al mundo.

Me lo pusieron encima, pero no lloraba. Yo solo pensaba, madre mía, ¿pero que está pasando? Mientras yo lo miraba, tan grandote y bonito encima de mí, la matrona no paraba de limpiarle con la sábana ese moquillo que tienen por la cara. Mientras lo hacía, me iba pidiendo perdón, no sé bien por qué. Porque el niño no lloraba, porque cada vez le daba más fuerte con la sábana, porque no me estaban contando nada… ¡Hasta que lloró! No sé cuánto pasó, pero se me hizo eterno ese momento.

Ahí fue cuando entró otra ginecóloga a coserme un punto por arriba y otro por abajo mientras la matrona me contaba lo que había pasado durante el parto. Ese parto que no me dio tiempo a disfrutar ni un poco. Resulta que cuando me estaban intentando poner los monitores, no encontraban el latido de bebé lector de ninguna manera (por eso me hacían ponerme de una lado y de otro con esas prisas). Parece ser que el bebé había bajado de golpe y necesitaba salir YA para que no le pasara nada, por eso tantas prisas en el momento del expulsivo, en el que usaron también el vacuum, una especie de ventosa para ayudar al peque a salir antes.

Fue un parto raro. Yo quería que fuese corto, ¡pero no de esa manera! No tuvimos tiempo de verle coronar, de hacer fotos ni de saborear el ultimo momento del parto. Papá Lector estaba tan asustado como yo, incluso más, ya que lo veía todo desde otra perspectiva y se daba más cuenta de todo lo que estaba pasando. En este parto no tuvo la ocasión de ver nada, fue tan rápido que solo tuvo tiempo a decirme una vez «venga, que lo estás haciendo muy bien».

Me gustaría poder escribir que a partir de ahí todo fue sobre ruedas, que me enamoré de bebé lector en cuanto lo vi, que los días que siguieron fueron mágicos… pero no sería cierto. Pasé un post-parto horrible con las emociones a flor de piel. No conseguí disfrutar de esos primeros días, mis hormonas no me dejaron. Este tema da para otro post a parte, si os interesa, escribiré cómo me sentí con el post-parto. Pero os diré que todo pasa y que Bebé Lector es el niño más maravilloso del mundo.